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Los maravillosos 2 años de tu bebé



¿Cuántas veces escuchaste hablar de “Los terribles 2 años”?


Me rechina profundamente cuando adjudicamos valores negativos a momentos esperables en el desarrollo de nuestros hijos. Déjame decirte algo, los dos años son una etapa FORMIDABLE y MARAVILLOSA en el crecimiento.


Sí, es una etapa desafiante. Sí, es cierto que tendremos más episodios de “berrinches”, de “yo puedo solito”, de querer decidir y hacer por sí mismos. ¡Pero esto es algo bueno! Claro que nos interpela y pone en juego nuestra paciencia y disponibilidad. Pero quisiera invitarte a quitarle la connotación negativa que carga culturalmente, y ver esta etapa como un nuevo capitulo en el crecimiento, y como tal, necesita de nuestro apuntalamiento y apoyo para que pueda desarrollarse saludablemente.


¿Qué se pone en juego a los 2 años?


Hay un elemento crucial que aparece sobre esta edad, y es la conciencia de sí mismo. Hasta ahora nuestro hijo/a quizás se llama a sí mismo en tercera persona: “Juan quiere agua”. Ahora empieza a nombrarse como “YO”. Comienza a tomar consciencia de su existencia como ser individual, con deseos y necesidades propias. Desde la mirada de la psicología es una etapa bien importante en la construcción de la personalidad.


Esto va de la mano con la construcción de la autoestima. Si yo soy un sujeto… ¿quién soy? ¿cómo soy? ¿de qué soy capaz?


El niño irá experimentando, principalmente con su cuerpo, conociendo el entorno e imitando las conductas de las personas que lo rodean. Aquí es donde vemos que busca hacer las cosas por sí mismo. ¡Es formidable que tengan esta iniciativa! Es la base de ser autosuficientes en un futuro. Si durante esta etapa, como padres o cuidadores, lo que hacemos es reprimir: “no podés”, “cuidado te vas a caer”, “sos muy chiquito para…”, ¿cuál es el mensaje que le damos a esta autoestima en construcción?


Sabiendo que lo que están haciendo es probarse a sí mismos, podemos acompañar en ese sentido. Si van a hacer algo que nos parece que pueda ser peligroso, en vez de advertirles inculcando miedo, podemos ayudarlos a pensar o a orientar una estrategia para conseguirlo. Por ejemplo, si quisieran usar un cuchillo para la comida, lo primero que podemos hacer es ofrecerles uno apto para ellos, segundo mostrarles cómo pueden utilizarlo y tercero, ayudarlos a pensar qué quieren cortar y cómo piensan hacerlo.


Otro punto muy importante a esta edad es la regulación de las emociones. Hasta ahora su cuerpo ha sido un gran procesador de sensaciones y estímulos, que se traducen en conductas. Por ejemplo, el bebé siente algo en el estómago y llora, dando la señal de que necesita alimentarse: una sensación que se traduce en una conducta.


Pero ahora su cerebro comienza a tener la posibilidad de verbalizar. De construir pensamiento con palabras. Las sensaciones pueden tener un nombre. Puedo racionalizarlas y por lo tanto regular las conductas que ellas me producen. En este caso, el niño siente algo en el estómago, pero es capaz de decir “quiero agua”. Ponerle nombre a las emociones y sensaciones es la base para la regulación emocional.


Este es un proceso largo, y que requiere de un adulto sensible capaz de ir interpretando estas conductas. Los famosos “berrinches” muy característicos de esta edad, no son más que parte de este proceso de regulación emocional. El niño se encuentra desbordado de emociones que no puede procesar ni con sus conductas ni verbalmente. Entonces el berrinche no es un capricho, no es un niño mal educado… es un niño saludable que está aprendiendo a regular sus emociones, y que necesita de un adulto a su lado que pueda acompañarlo.


Si a la explosión de emoción del niño le agregamos la explosión de emoción del adulto a su lado… lo que vamos a tener es una sumatoria de desbordes emocionales… lo que no es un buen resultado.


Entonces, es cierto que esta edad presenta un desafío nuevo para los padres y cuidadores. Pero lejos, muy lejos de ser algo terrible o negativo. Es una etapa maravillosa de conocimiento, aprendizaje y desarrollo de capacidades. A los adultos nos interpela, nos obliga a estar presentes y disponibles para sostener las emociones de nuestros hijos.

¿Estás en esta etapa? ¿Cuáles son los momentos más desafiantes para ti?



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