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Comer con los más pequeños ¿Cuándo empezamos a compartir la mesa familiar?




La costumbre de compartir el alimento es una práctica que se reproduce en todas las culturas y momentos de la historia. Es un tiempo privilegiado en donde se habilita el diálogo y se fortalecen los vínculos.


Asimismo, es una instancia de aprendizaje por “modelaje”, es decir, a través de la observación. Niños y niñas incorporan aprendizajes a través de la experiencia y la vivencia de diferentes actividades, observando la forma en que los adultos actúan y resuelven situaciones.


En nuestra cultura se ha perdido la práctica de cocinar, elaborar el alimento, preparar la mesa y finalmente estar un tiempo juntos. Esto, que antes era una costumbre cotidiana, hoy en día ha disminuido enormemente su valor y dedicación. Sin embargo, si pensamos en todos los beneficios que esta práctica habilita y fomenta, podemos realizar acciones concretas para promoverla.


Tomarse un tiempo para compartir la mesa familiar tiene gran importancia en el desarrollo del lenguaje. Es un momento concreto, cotidiano, en donde niños y niñas pueden observar a los adultos interactuar y dialogar. Mejor aun cuando participan otros miembros de la familia, y así enriquecer el intercambio. Esta actividad será un pilar en el ritmo de la familia. La posibilidad de presenciar y participar de este ritual le brindará enormes estímulos e información, promoviendo el desarrollo del lenguaje, así como la empatía y habilidades sociales.


Asimismo, desarrolla el sentido del gusto, promoviendo la interacción con el alimento y habilita la posibilidad de probar diferentes texturas y colores. Naturalmente niños y niñas querrán lo mismo que come el adulto, lo que les incitará a probar.


¿Cuándo empezamos a compartir la mesa familiar? Tan pronto se pueda.

Claro está que al ser bebés podrán mantenerse poco tiempo en una misma situación.


Cuando son capaces de mantenerse sentados, podemos habilitar a dejarles un lugar en la mesa, con su plato y comida. No esperemos que estén todo el tiempo allí. Probablemente deambularán e irán comiendo algunos bocados. Lo importante es ser consecuentes y mantener una rutina.


Sobre el año de vida, generalmente suele ser más sencillo adaptar el menú familiar a la alimentación infantil, y puede ser más fácil adecuar los horarios de comida a la rutina cotidiana de niños y niñas. De esta forma se recomienda que, al menos en una comida al día, la familia comparta un momento juntos.


Es importante ajustar las expectativas en cuanto a cantidad de alimento que querrán y tiempo en que estarán en la mesa. La idea no es obligarlos ni forzar la situación, sino que sea un momento placentero y de intercambio.


Con el correr de los meses notaremos como se mantienen más tiempo junto a nosotros, participando del encuentro.

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