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¿Por mudarte y tienes un bebé?


Estrategias para una mudanza cuando hay bebés y niños pequeños en el hogar.


En psicología decimos que existen ciertas situaciones que se consideran crisis vitales. Estos son momentos de cambios tan abruptos e intensos, que generan fuertes emociones y nos obliga a despertar nuestras herramientas psicológicas para poder sobrellevarlas. Entre las crisis vitales más comunes en la infancia se destacan: el nacimiento de un hermano, separación de los padres, fallecimiento de algún familiar y una mudanza.


Para comprender por qué el mudarse de casa puede implicar una crisis vital para nuestros pequeños, es importante poder “ponernos en su piel” y comprender su forma de pensar, sentir y razonar.


En los bebés y niños pequeños, las emociones son sumamente primarias. Esto quiere decir que son reguladas por el cerebro primitivo, esto es una zona del cerebro que no media la razón ni la lógica. Es un sentimiento puro. Por ejemplo, el bebé siente hambre, empieza a expresar su sensación con gemidos y movimientos. Si no es atendido, se le sumará el enojo. El bebé no es capaz de razonar: “mamá está ocupada, ya viene a atenderme”. Va a llorar. Con tiempo y paciencia, los cuidadores irán inculcando la capacidad de espera y el bebé podrá ir sosteniendo estas emociones.


Por otro lado, la sensación de seguridad y protección es un elemento fundamental en la construcción de este pequeño ser. Esta sensación se va a dar mientras que el bebé esté en entornos conocidos y principalmente con personas conocidas que le transmitan la idea de que “no corre peligro”. En la prehistoria, un bebé que era dejado sólo o en un entorno inseguro, podría ser devorado por un depredador. Esta necesidad tan primitiva de sentirnos seguros la conservamos hasta el día de hoy.


Asimismo, el concepto del “tiempo” es una noción muy compleja de desarrollar. Es sumamente difícil para un bebé o niño pequeño comprender el significado de “antes”, “después”, “treinta minutos” o “un año”, pues son ideas sumamente abstractas, que requiere de mucho tiempo (valga la redundancia) para llegar a comprenderlas. Esta es una de las razones por las que las rutinas en esta etapa de la vida son sumamente importantes. Pues estructuran y calman la ansiedad del bebé.


Conociendo estas características de la primera infancia, podemos comprender por qué una mudanza puede convertirse en un momento muy estresante para un bebé o niño pequeño.

Una mudanza suele ser un momento muy estresante para toda la familia. Implica cambios y toma de decisiones. Aunque el cambio sea para mejorar, todo el proceso hasta instalarse puede ser sumamente complejo y cansador. Los adultos cuentan con distintas herramientas emocionales para transitarlo, pero el niño pequeño no.


Por la forma de hablar, el tono muscular y las actitudes del adulto, el bebé percibe que algo está pasando. Algo que genera ansiedad y estrés en el adulto. El bebé no puede procesar racionalmente qué es lo que sucede, por lo que esta misma ansiedad y estrés se va a despertar en el pequeño.


Asimismo, su hogar, ese lugar de descanso y seguridad se va a empezar a transformar. desaparecen sus juguetes, sus libros, todo empieza a estar en cajas y generalmente en un gran caos. Naturalmente las rutinas y tiempos familiares se ven afectados. Esto es un detonante para despertar aún más ansiedad en el bebé, quien por ejemplo, venía acostumbrado a bañarse todos los días en la tardecita, lo que marcaba un ritmo, y lo ayudaba a comprender que venía la noche y el momento de dormir. Los padres a veces expresan que el bebé está con el sueño trastocado, o con cólicos en la noche, y muchas veces tiene que ver con cambios en la rutina.


¿Qué podemos hacer para mitigar el estrés de una mudanza?


Conociendo estas características y necesidades de los bebés y niños pequeños, podemos pensar en estrategias concretas que nos ayuden:

  • Hablar con el bebé. Aunque pensemos que no nos entiende, poner en palabras lo que está sucediendo. Utilizar un lenguaje claro y simple, que explique lo que sucede. Ser repetitivos en el discurso le ayudará a internalizar la situación.

  • Procurar mantener ciertas rutinas familiares. Aquellas rutinas que marcan el ritmo del día son importantes para los bebés y niños pequeños. Esto puede ser el momento de levantarse, el almuerzo, merienda, baño, cena y rutina para dormirse. El día puede ser muy caótico, pero si mantenemos ciertos elementos constantes, ayudarán a disminuir la ansiedad y sensación de inseguridad.

  • A la hora de embalar, tratar de mantener aquellos elementos que el bebé conoce y pide en un lugar accesible y de fácil ubicación. Asimismo, puede ser útil que el pequeño nos ayude a guardar, acompañando el proceso con palabras que expliquen lo que sucede: “ahora ponemos a la rana Roberta en esta caja, y la vamos a sacar en la casita nueva”.

  • Es esperable que aparezcan miedos y que el niño no quiera estar con familiares que antes se quedaba sin problema. A veces se organiza para que el niño se quede con un familiar el día de la mudanza, pero en el momento, resulta imposible. Es que el niño necesita ver, concretamente, que es lo que sucede. Le da mucha inseguridad que venga un camión y se lleve todas sus cosas. No hay por qué forzar esta situación. Puede ser más útil tener familiares que nos ayuden con el cuidado de los niños en la misma casa, más que llevarlo a otro lugar.

  • Finalmente, muchos, muchos abrazos y mimos. Notarán que el bebé querrá estar en brazos más de lo habitual. Si es amamantado, es frecuente que pida estar al pecho más de lo usual y por períodos prolongados. Esto es esperable y beneficioso si el adulto puede sostenerlo.


Más allá de estas ideas, cada familia encontrará sus propias estrategias para sobrellevar una mudanza. Lo importante es comprender que es un momento que no pasa inadvertido por el bebé, y necesita nuestra presencia que contenga y acompañe su propio proceso.

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